EL RAZONAMIENTO ABDUCTIVO EN LA INTERPRETACIÓN SEGÚN PEIRCE Y DAVIDSON

Uwe Wirth

Universidad J. W. Goethe, Frankfurt, Alemania



"La primera regla al descifrar un mensaje", dice Guillermo de Baskerville, el detective medieval de Umberto Eco en El nombre de la rosa, "es adivinar lo que significa". Para descifrar e interpretar un código secreto, "pueden formarse algunas hipótesis sobre las posibles primeras palabras del mensaje, y luego ves si la regla, que infieres a partir de ellas, puede aplicarse al resto del texto" (Eco: 191s). Me gustaría argumentar que ésta es una explicación de la interpretación que se aplica al proceso de comprender en general: se comienza con una conjetura hipotética que se transforma en una argumentación.

En su Prolegomena to an Apology for Pragmatism, Peirce llama inferencia abductiva a la "adopción provisional de una hipótesis explicativa" (CP 4.541, 1905). La abducción es el primer paso de la interpretación ya que abarca dos operaciones: la selección y la formación de hipótesis. En otras palabras, la abducción es la base del proceso de interpretación de códigos y de generación inventiva de códigos en un determinado contexto de comprensión.

La idea peirceana de la interpretación como un proceso inferencial de adopción de hipótesis revela una anticipación sorprendente de la explicación de la interpretación que desarrolló Davidson en su artículo A Nice Derangement of Epitaphs. Para Davidson, el proceso de interpretación es una transformación de "teorías previas" en "teorías aprobadas" [passing theories]. A continuación quiero señalar las semejanzas entre los modelos de interpretación davidsoniano y peirceano destacando el papel crucial que juega la "competencia abductiva" del intérprete en el proceso de comunicación.

La explicación de Davidson de la interpretación

La cuestión principal para cualquier filosofía del lenguaje es: ¿Qué tenemos que saber y qué tenemos que hacer para entender de manera correcta las expresiones de otro? Según la teoría de Austin y Searle de los actos de habla la condición necesaria para toda comprensión es un conocimiento mutuamente compartido y convencionalmente codificado del uso correcto del lenguaje.

Para comprender a otros y para ser comprendidos por otros es necesario y constitutivo conocer y aceptar las así llamadas condiciones satisfactorias de los diferentes actos de habla. Por lo tanto, la teoría de los actos de habla se apoya en una tipología a priori de los posibles contextos y los posibles "significados de expresiones". Esto lleva a un modelo de comunicación convencionalmente definida, que también puede encontrarse en el concepto semiótico de Jakobson de la comprensión como un proceso decodificador.

Davidson, por el contrario, argumenta –y éste es el punto más interesante de su modelo de la comprensión– que "debemos renunciar a la idea de una estructura compartida claramente definida que los usuarios del lenguaje adquieren y luego aplican a casos" (Davidson 1986: 446). En cambio, deberíamos tratar de decir "cómo la convención en cualquier sentido importante está involucrada en el lenguaje" (Davidson 1986: 446), para obtener "una noción más profunda de lo que las palabras significan cuando se hablan en un contexto" (Davidson 1986: 434). Davidson sostiene que los necesarios "conocimientos o habilidades que un oyente debe tener si va a interpretar a un hablante" (Davidson 1986: 436) son habilidades previas a la competencia lingüística, a saber, habilidades para crear teorías plausibles sobre la intención del hablante. Esto se convierte en la afirmación aparentemente provocativa de Davidson:

"lo que el intérprete y el hablante comparten para que la comunicación tenga éxito, no es aprendido y por tanto no se trata de un lenguaje gobernado por reglas o convenciones conocidas de antemano por hablante e intérprete (...)" (Davidson 1986: 445).

Como prueba de su tesis Davidson toma la habilidad para comprender las desviaciones intencionales o no del "uso ordinario" del lenguaje. Ejemplos de estas expresiones sorprendentes y graciosas, que se vuelven un reto para nuestros esfuerzos de comprensión, son las bromas, las metáforas o juegos de palabras [malapropisms]. Todos estos usos no estándar del lenguaje son en cierto sentido como un "mensaje secreto". No hay un código aplicable; tienes que adivinar lo que podría significar, esto es, tienes que adoptar una hipótesis sobre su posible significado. Como consecuencia, si no lo logramos, no habrá comprensión.

El malentendido, por tanto, se debe a la falta de aptitud del intérprete para encontrar una hipótesis plausible, como puede demostrar el siguiente diálogo entre Don Quijote y Sancho Panza. Sancho dice a su amo:

"–Señor, ya tengo relucida a mi mujer a que me deje ir con vuestra merced adonde quisiere llevarme.
Reducida has de decir, Sancho, –dijo don Quijote–, que no relucida" (Cervantes 1978: 86)1.

¿Cómo puede Don Quijote entender que Sancho Panza quiere decir "reducida", aunque dijo "relucida"? Aparentemente Don Quijote adoptó la hipótesis de que la palabra "reducida" encajaría mejor en el contexto dado de la expresión. En el caso de un juego de palabras, como dice Davidson,

"el oyente se da cuenta que la interpretación 'estándar' no puede ser la interpretación pretendida (...) Lo absurdo o inapropiado de lo que el hablante habría querido decir si sus palabras se hubieran tomado en la manera 'estándar' alerta al oyente de que hay truco o algún error" (Davidson 1986:434).

De modo general, en el curso de la interpretación el intérprete transforma una "teoría previa" en una "teoría aprobada". Al final de la interpretación lo que se comparte es la teoría aprobada, y "lo que está dado de antemano es la teoría previa" (Davidson 1986: 445). El proceso de interpretación es un proceso de transformar teorías. Toda desviación del "uso ordinario", "está en la teoría aprobada como un rasgo de lo que las palabras significan en esa ocasión" (Davidson 1986: 442s). El intérprete tiene que alterar su teoría,

"presentando hipótesis acerca de nuevos nombres, alterando las interpretaciones de predicados familiares, y revisando interpretaciones pasadas de expresiones particulares a la luz de la nueva evidencia" (Davidson 1986: 441).

Por tanto, el proceso de interpretación no es una mera aplicación de códigos y de convención sino un proceso inferencial de adopción de hipótesis sobre la intención del hablante y sobre el plausible "significado de la expresión". La asíntota de acuerdo y comprensión se alcanza cuando las teorías aprobadas coinciden" (Davidson 1986: 442).

Ya que una teoría aprobada es un fenómeno a posteriori no puede en general corresponder como un fenómeno a priori a la competencia lingüística del intérprete. Por tanto, me gustaría argumentar que el punto crucial en el proceso de comprensión es la competencia mutuamente compartida para crear teorías plausibles, esto es, una "competencia abductiva". Esto podría ayudar a elucidar en qué sentido tiene razón Davidson cuando afirma que el proceso de la comprensión no necesita códigos y convenciones necesariamente compartidos, sino reglas prácticas que guíen el proceso de "creación de nuevas teorías" (Davidson 1986: 446).

La interpretación como transformación abductiva

En este punto deberíamos preguntar cómo la pregunta "¿Qué es una regla?" interactúa con la pregunta "¿Qué es la inferencia abductiva?". Según Peirce, el proceso de interpretación se estructura como una argumentación. La "mente es un signo que se desarrolla de acuerdo con las leyes de la inferencia" (CP 5.313, 1868). El proceso de pensar y razonar se basa en inferencias que buscan establecer regularidades, hábitos y creencias.

En su desarrollo un hábito-creencia comienza por ser vago. Sólo durante el proceso de interpretación "se vuelve más preciso, general y pleno, sin límite. El proceso de este desarrollo (...) se llama pensamiento". De este modo se forman y transforman los juicios. La transformación de estos juicios es causada por inferencia: "el juicio antecedente se llama premisa; el juicio consecuente, conclusión" (CP 3.160, 1880).

En este modelo la abducción es el "primer estadio" de la interpretación (seguida de la deducción y la inducción), ya que busca premisas plausibles "formando hipótesis explicativas" (CP 5.171, 1903). La anticipación abductiva de la "mejor explicación" termina en la dinámica de "fijación de la creencia".

En el "paradigma de ciencia normal" y en la comprensión cotidiana, la abducción se lleva a cabo como un proceso de reconstrucción inferencial de causas e intenciones. Es también, sin embargo, el proceso de construcción inventiva de teorías y de "cambio de paradigma" revolucionario: a saber, el "único tipo de razonamiento que proporciona nuevas ideas" (CP 2.777, 1901). Esto significa que la abducción es precisamente aquel tipo de inferencia, "creador de nuevas teorías", que Davidson expone en su concepto de interpretación.

La tarea de la abducción es determinar el rasgo característico de un evento "no estándar" –un hecho sorprendente (CP 7.218, 1901)–, relevante para la formulación de una hipótesis plausible "que proporciona una posible Explicación" (CP 6.469, 1908). La forma lógica de la inferencia abductiva es ésta:

"Se observa un hecho sorprendente, C;
Pero si A fuera verdadera, C sería una cosa corriente,
Por lo tanto, hay razón para sospechar que A es verdadera" (CP 5.189, 1903).

El punto crucial del razonamiento abductivo hacia atrás, "del consecuente al antecedente" (CP 6.469, 1908), es que tomamos un hecho sorprendente o una expresión graciosa como el efecto de una causa desconocida, y como conclusión de premisas todavía desconocidas que tienen que ser tomadas en cuenta para comprender lo que de hecho se quiso decir. Por tanto, el "razonamiento hacia atrás" intenta descubrir ya sea una causa singular o una regla general que ha de ser seleccionada o inventada. En este sentido la abducción es un proceso de "selección de códigos sensible al contexto". Ésta es precisamente la manera en que la abducción es relevante al proceso de comprensión.

La suposición de que el antecedente A podría llegar a la conclusión C no es más que una sospecha, debida a la incoherencia de una expectativa o la inconsistencia de una creencia. Cuando Sancho Panza dijo "tengo relucida a mi mujer", don Quijote modificó la interpretación de la sorprendente expresión porque esperaba que Sancho quisiera decir "tengo reducida a mi mujer". Esto no era más que una hipótesis, desencadenada por la presuposición de fondo de que Sancho Panza había cometido un error muy obvio por ignorancia. Al mismo tiempo, el proceso de transformar la "teoría previa" de Don Quijote sobre la expresión de Sancho Panza en una "teoría aprobada", modificando "relucida" por "reducida" puede representarse como una inferencia abductiva.

La expresión sorprendente C ("tengo relucida a mi mujer") ha de ser interpretada. Resultaba sorprendente porque su uso en el contexto dado contradecía la expectativa de don Quijote (esto es, su "teoría previa") sobre lo que Sancho podía haber querido decir. Debido a la incoherencia e irrelevancia de la expresión de Sancho en el contexto dado, Don Quijote adoptó la hipótesis A de que Sancho había cometido una equivocación confundiendo el término "relucida" por otro término más coherente y relevante.

Por tanto, podemos suponer con Davidson, pero también con Sperber y Wilson, que los "principios conductores" formales de nuestras presuposiciones de fondo son el principio de coherencia y el principio de relevancia. Juntos construyen una teoría general T que organiza las presuposiciones de fondo, y que vincula la expresión sorprendente C con la hipótesis A. Sólo porque esperamos que sea relevante y coherente, resulta sorprendente la expresión C. La hipótesis A, por el contrario, alcanza mejor el principio de coherencia y de relevancia. Sin embargo, todavía no sabemos cómo llegamos de la conclusión problemática C al antecedente elucidante A.

Peirce sostiene que en un argumento abductivo la relación entre los hechos enunciados en las premisas y los hechos enunciados en la conclusión es icónica (CP 2.96, c.1902). Esto es verdadero dado que C y A ambos están implicados por la teoría de fondo T. Pero también es verdadero dado que el término irrelevante "relucida" y el término más relevante "reducida" suenan similares, aunque tengan diferente significado. Ahora, ¿por qué Don Quijote (o el autor de Don Quijote o su traductor) prefirió adivinar que quiso decir "inducido" y no el término sinónimo "persuadido" o "convencido"? Aparentemente el "principio de selección" que se aplicó aquí buscaba la máxima similitud y el mínimo cambio. El resultado de esta constelación que combina la iconicidad, la relevancia contextual y la coherencia es una suposición abductiva, esto es, una conjetura, que junta una palabra similar con un significado diferente que encaja mejor en un contexto intencional y conversacional determinado.

Sin embargo, como la inferencia abductiva no es un tipo válido de lógica formal, sólo puede reclamar el estatus de una logica utens, que integra asociaciones y presuposiciones en una argumentación. La inferencia abductiva es el razonamiento pragmático para la mejor explicación en un contexto dado, basada en la coherencia pragmática, esto es, en la "plausibilidad". Aquí, por supuesto, surge la pregunta: ¿cuáles son los estándares de plausibilidad y de "racionalidad pragmática"? En su artículo "Incoherencia e Irracionalidad" Davidson esboza una respuesta a estas preguntas contando la historia de un malentendido inferencial. La historia es ésta:

"Era un día cálido, las puertas estaban abiertas. Yo vivía en una de las casas adosadas en las que vivían los miembros del profesorado. Entré por la puerta. No me sorprendió encontrar a la esposa de mi vecino en la casa: ella y mi esposa a menudo se visitaban. Pero me sorprendí un poco cuando, mientras me acomodaba en una silla, me ofreció una bebida. Mientras estaba en la cocina preparando la bebida noté que los muebles habían sido reacomodados, algo que mi esposa hacía de tiempo en tiempo. Y entonces me di cuenta de que los muebles no sólo habían sido reacomodados, sino que muchos eran nuevos o nuevos para mí. La verdadera revelación comenzó cuando lentamente me vino a la mente que la habitación en la que estaba era una imagen invertida de aquélla que me era familiar; escaleras y chimenea habían intercambiado lugares. Había entrado en la casa de al lado".

Según Davidson su mala interpretación fue un error en el proceso de la adopción de hipótesis, ya que logró acomodar la evidencia creciente contra su suposición de que estaba en su propia casa "fabricando más y más explicaciones absurdas o improbables" (Davidson 1985: 347). Davidson concluye:

"Si me hubiera adherido a mis propios estándares de formación de hipótesis, de 'inferencia para la mejor explicación' como la llama Harman, me habría preguntado mucho antes de lo que lo hice si mi suposición de que estaba en mi propia casa era correcta" (Davidson 1985: 348).

Ya que la noción de Gilbert Harman de "inferencia para la mejor explicación" se ocupa explícitamente de los problemas de la explicación peirceana de la inferencia abductiva, la descripción de Davidson de su propio error durante el proceso de "adopción de hipótesis" puede contar como una reformulación de la abducción peirceana.

El aspecto más importante de este paralelismo entre Peirce y Davidson es el principio de economía. Davidson afirma que empleó demasiado esfuerzo en forzar los datos para que encajaran en una teoría implausible (Davidson 1985: 348). Mientras que la plausibilidad se relaciona con la relevancia y la coherencia, la implausibilidad contradice el principio de que la evidencia debería"ser organizada de la manera más fácil o económica" (Davidson 1985: 349). El "principio de economía interpretativa" de Davidson corresponde al principio de "Economía de la Investigación" peirceano subyacente al proceso abductivo de selección y formación de hipótesis: "la consideración principal en la Abducción –escribe Peirce– es la cuestión de la Economía: Economía de dinero, tiempo, pensamiento y energía" (CP 5.600, 1903).

Este "Principio de Economía" se aplica tanto a la simplicidad de las hipótesis en sí como al procedimiento de probarlas:

"(...) si dos hipótesis se presentan, una de las cuales puede ser probada satisfactoriamente en dos o tres días, mientras que la prueba de la otra puede ocupar un mes, la anterior ha de ser probada primero" (CP 5.598, 1903).

El "principio de economía" es crucial, porque proporciona la posibilidad de un "atajo abductivo" en el proceso infinito de la interpretación. Al mismo tiempo la economía de la selección de hipótesis es el estándar pragmático, la regla empírica de una actitud interpretativa racional, subyacente también a los principios de coherencia y relevancia.

Conclusión

En conclusión me gustaría resumir cuatro puntos de mi argumento: 1º) Davidson describe el proceso de comprensión e interpretación como una transformación económica de "teorías previas" en "teorías aprobadas". 2º) La transformación tiene lugar no por la aplicación de códigos convencionales sino bajo la influencia de inferencias que tienen la forma de un "razonamiento para la mejor explicación". 3º) El "razonamiento para la mejor explicación" es el mismo tipo de inferencia que Peirce describió como abducción.4º) La consideración principal de la abducción es el principio de economía.

Las reglas empíricas a las que se refiere Davidson en A Nice Derangement of Epitaphs son las reglas de la abducción eficiente, que deriva explicaciones plausibles y "que crea nuevas teorías para arreglárselas con nuevos datos en cualquier campo" (Davidson 1986: 446). En vez de un conocimiento a priori de los códigos y las convenciones mutuamente compartido, la aptitud para seleccionar o formar hipótesis plausibles en el curso de la comunicación debe ser compartida por hablante e intérprete. Por este medio, la "competencia abductiva" interactúa con la "economía de discurso" y con el "principio de caridad".

Respecto a la noción peirceana de abducción, la provocativa tesis de Davidson de que "no hay tal cosa como un lenguaje" (Davidson 1986: 446) si el lenguaje es entendido como "gobernado por reglas o convenciones conocidas de antemano por el hablante y el intérprete (...)" (Davidson 1986: 445), se vuelve menos provocativa. Al mismo tiempo su negación de una competencia lingüística a priori como condición necesaria para la comprensión comunicativa sugiere la necesidad de presuponer una competencia abductiva a priori, subyacente a todos los procesos de comprensión. La inferencia abductiva es el proceso de transformar las "teorías previas" en "teorías aprobadas".

(Traducción de Marcela García)

Uwe Wirth
Johann Wolfgang Goethe-Universität
Institut für Deutsche Sprache und Literatur II
Gräfstr. 76
G-60054 Frankfurt, Alemania
e-mail: wirth@informatik.uni-frankfurt.de

Notas

1. [N. del T. Miguel de Cervantes: El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, 2a parte, cap. 7. "Reducida" equivale a "convencida"].

Referencias bibliográficas

Cervantes, Miguel de (1978). El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Madrid: Clásicos Castalia.

Davidson, Donald (1985). Incoherence and Irrationality. Dialectica 39: 345-354.

Davidson, Donald (1986). A Nice Derangement of Epitaphs. Philosophical Grounds of Rationality, editado por R. Grandy y R. Warner. Oxford: Oxford University Press. Comp. en Truth and Interpretation. Perspectives on the Philosophy of Donald Davidson, editado por E. LePore, 433-446. Oxford: Blackwell.

Eco, Umberto (1983). The Name of the Rose. New York: Harcourt Brace.

Harman, Gilbert (1965). The Inference to the Best Explanation. The Philosophical Review 74: 88-95.