LA EVOLUCIÓN DE LOS TRES TIPOS DE ARGUMENTO:
ABDUCCIÓN, INDUCCIÓN Y DEDUCCIÓN

Lúcia Santaella

Universidad Católica de Sao Paulo, Brasil



La teoría de los tipos de inferencias o tipos de raciocinio o argumento no puede ser vista como un monolito. En el momento presente, entre los intérpretes de Peirce no hay ninguna duda acerca del carácter claramente evolutivo de su obra. Se trata de un pensador extremadamente original que no huyó del enfrentamiento con la tradición, teniendo que afrontar las consecuencias de sus propios descubrimientos, entre los que destaca un continuo proceso de autocrítica y autocorrección llevado hasta sus últimas consecuencias. Si esto es válido para la totalidad de la obra, lo es aún más para lo que tuvo su inicio en la teoría de los tres tipos de inferencias como primera vía de respuesta a la cuestión de los métodos de las ciencias.

Arthur Burks fue el primero en elaborar en 1946, con bastante acierto además, una interpretación de la naturaleza y el carácter de la hipótesis, a la que Peirce posteriormente llamaría "abducción" y también "retroducción". Burks dividió en dos periodos el desarrollo de ese concepto: el periodo anterior a 1900 y el posterior. Esa propuesta, ampliamente elaborada por Fann (1970), fue retomada por Thagard (1977 y 1981) y luego por Anderson (1986). Esto manifiesta bien el acierto de la posición de estos autores, pues de hecho no hay un tratamiento más equivocado de la obra peirceana, en particular en la teoría de las inferencias, que el aislar citas textuales fuera del contexto del desarrollo histórico que tuvieron esos conceptos en la integridad de su obra.

En el caso de las inferencias, ha pasado con frecuencia que se ha tomado como su palabra final la que se expresaba en su texto titulado Deduction, Induction and Hypothesis (CP 2.619-644, 1878), de la serie Illustrations of the Logic of the Science, publicada en The Popular Science Monthly durante los años 1877-78, ignorándose lo que vino antes y –lo que es peor– lo que vino después. Como ese texto de Peirce es el más conocido y ha sido traducido a varios idiomas, los intérpretes más apresurados no se tomaron al trabajo de afrontar un estudio evolutivo de los conceptos, lo que contribuyó muchísimo para envolver la cuestión en innecesarios malentendidos. El gran problema de ese modo de proceder estriba en el hecho de que un lector de ese tipo suele imputar a Peirce o a la supuesta y exhaustivamente reiterada fragmentación de su obra, sus propios equívocos y confusiones, sin darse cuenta de que la situación arranca de la insubstancialidad con que el propio interprete se enfrenta con una obra que, por su complejidad, exigiría como mínimo un poco más de cuidado por parte de aquellos que se aproximan a ella.

En un primer momento, Peirce consideró que todas las formas de inferencia podrían ser reducidas al silogismo en Barbara. Pero, ya en 1866, al hacer un análisis detallado de la relación entre la figuras silogísticas, consiguió probar que cada figura entraña un principio independiente de inferencia. De ahí vino el reconocimiento de la autonomía de cada una de las formas de inferencia, tal como expondría en On the Natural Classification of Arguments, publicado en los Proceedings of the American Academy of Arts and Sciences (CP 2.461-516, 1867). En esa versión, la inducción es la inferencia de una premisa mayor de un silogismo a partir de dos otras proposiciones. La función de la hipótesis es la de sustituir una gran serie de predicados, que no forman una unidad entre si, por un único predicado que entraña todos. Como la inducción, por tanto, la hipótesis reduce una multiplicidad a una unidad (Fann 1970: 19-20).

Las ideas de Peirce en la década de los sesenta estaban todavía muy marcadas por la lógica clásica, particularmente por la teoría del sujeto y predicado de la proposición. El descubrimiento a finales de los sesenta de la lógica de las relaciones le hizo introducir proposiciones que no eran reductibles a las formas de sujeto y predicado. Extrañamente, en el texto de 1878 Deduction, Induction and Hypothesis su análisis no presenta modificaciones substanciales en relación con el ensayo de 1867, aunque hubiese ya publicado en 1870 un texto sobre la lógica de las relaciones en el que los silogismos eran analizados como una forma de relación lógica y no como la fórmula fundamental de todo argumento (Fann 1970: 20). De este modo, la inducción en 1878 es para Peirce la inferencia de la regla (premisa mayor) a partir del caso (premisa menor) y del resultado (conclusión). La hipótesis es la inferencia de un caso a partir de una regla y un resultado. La deducción, siempre menos problemática, es la inferencia de un resultado a partir de una regla y de un caso.

Inducimos, cuando generalizamos a partir de un número de casos de los cuales algo es verdadero, infiriendo que lo mismo es verdadero para toda la clase. "La hipótesis se da cuando deparamos con una circunstancia curiosa, que sería explicada por la suposición de que ella es un caso de cierta regla general, y, a partir de eso, adoptamos esa suposición. O, cuando descubrimos que, en cierto aspecto, dos objetos presentan una gran semejanza, infiriendo que ellos también se asemejan fuertemente en otros aspectos" (CP 2.624, 1878). Concebida como un proceso de comprobación, la hipótesis se mezcla con la inducción en la tarea de decidir favorable o contrariamente a una hipótesis. Mas ya se insinúa en ella, desde el principio, como puede verse en la cita anterior, su función de fuente de nuevas hipótesis. Peirce ya estaba casi llegando ahí al problema de la selección de hipótesis que encierra ese tipo de inferencia y que desarrollaría posteriormente.

Los tipos de hipótesis explicativas pueden ser muchos. Peirce aludió, por lo menos, a tres: 1) Aquellas que, cuando surge la hipótesis, se refieren a hechos no observados, pero que son susceptibles de observación. 2) Las hipótesis que son imposibles de ser observadas, como es, por ejemplo, el caso de los hechos históricos. 3) Las que se refieren a entidades que, en el actual estado del conocimiento, son tanto factual como teóricamente no observables. La teoría de los gases sería una ilustración de este tipo. Advirtamos que este tipo de hipótesis es el que tiene supremacía en las ciencias.

Para que el proceso de surgimiento de una hipótesis se encamine a resultados probables, hay que seguir tres reglas: (1ª) La hipótesis debe ser formulada claramente como una pregunta antes que se hagan las observaciones que han de comprobar su verdad. O mejor: debemos tratar de ver qué resultados sobrevendrán de las predicciones de la hipótesis. (2ª) No debemos tomar un tipo particular de predicción para el que ya se sabe que la hipótesis es buena. (3ª) El fallo o el logro de las predicciones debe ser honestamente anotado (CP 2.634, 1878). En la primera regla, Peirce estaba casi anunciando la teoría de la abducción a que llegaría pocos años después. Solamente más tarde reconocería también que la predicción a partir de la hipótesis es una función más propiamente deductiva, así como comprendería que la segunda y tercera reglas están mucho más relacionadas con la inducción que con la hipótesis.

Las imprecisiones características del periodo anterior a 1900 proceden del hecho de que, en un primer momento, Peirce concebía la inferencia en general esencialmente como un proceso de comprobación. Aunque considerase la inducción como inferencia de una serie de hechos para un otro conjunto de hechos similares y la hipótesis como la inferencia de hechos de un tipo para hechos de otro tipo, Peirce aún no estaba preparado para distinguir los dos procesos de modo muy nítido. Veía ambos procesos como ocupando los lados opuestos del continuum de las inferencias ampliativas. Posteriormente extendería el concepto de inducción para incluir la inducción de caracteres, cuando la abducción le parecería ya como una especie bien diferente de inferencia.

Recordando y sintetizando en qué punto en el camino de la evolución de los conceptos estamos, en las Some Consequences of Four Incapacities (CP 5.264-317, 1868) la inducción había sido caracterizada como la inferencia de una premisa mayor y una conclusión. Una década después mantenía todavía la misma estructura, pero introduciendo los nuevos términos "regla", "caso" y "resultado", a partir de los cuales la inducción era la inducción de una regla a partir de un caso y un resultado; y la hipótesis, la inferencia de un caso a partir de una regla y un resultado.

Inicialmente, los tres tipos de inferencia eran diferenciados mediante las categorías de ampliación y explicación. La deducción era vista como meramente explicativa, ya que no añadía nada de nuevo al pensamiento; y por el contrario, la inducción e hipótesis eran consideradas como ampliativas, proporcionando conocimiento probable y posible sobre un futuro indeterminado. Se insinuaba también aquí ya la visión peirceana, que iría acentuándose cada vez más, de que la lógica no es cuestión meramente de un sistema cerrado de pensamiento, sino de investigación humana viva y abierta. Lo que faltaba para asumir más plenamente esta visión era liberarse de la estrechez del marco silogístico en el que estaba aprisionada la teoría de las inferencias. En ese marco, la inducción y la hipótesis compartían la misma función, pero no la misma forma. Cuando el lugar de la hipótesis fue ocupado por la abducción, ambas, inducción y abducción, pasaron a no compartir más nada.

La preocupación por la exactitud de los aspectos responsables de la diferenciación entre ambos tipos de inferencias ampliativas comenzó a despuntar bastante temprano. Al afirmar tanto en 1866 como en 1878 que la inducción infiere de un conjunto de hechos para un conjunto de hechos similares; y la hipótesis, de hechos de un tipo para hechos de otro tipo, Peirce se daba ya cuenta de que sólo la hipótesis muestra un poder verdaderamente ampliativo. De 1878 en adelante, pasó a dar mucho más énfasis a las diferencias que a las similaridades. En relación con esta cuestión, la tentativa de F. Reilly (1970) de reducir la inducción a la abducción no resultaba aceptable, tal como fue advertido por Anderson (1986: 151). Peirce nunca alimentó ninguna duda sobre la consideración de la hipótesis como una forma legítima e independiente de inferencia. Lo que le faltaba era llevar el descubrimiento de la función creativa de la hipótesis a consecuencias más radicales. Mas eso sólo sería alcanzado con la emergencia de la abducción. En 1902, refiriéndose a su posición de 1883, declaraba:

"En lo que yo decía allí sobre 'Inferencia Hipotética' estaba en la posición de un explorador en tierra virgen (...) Mi error capital fue (...) no percibir que, de acuerdo con mis propios principios, el razonamiento que estaba examinando no podía ser el razonamiento por medio del cual adoptamos una hipótesis (...) Pero yo estaba demasiado aferrado a la consideración de las formas silogísticas y a la doctrina de la extensión y comprehensión lógicas, a las que hice más fundamentales de lo que realmente son. Mientras sostuve esa opinión, mis concepciones de la Abducción necesariamente confundían dos tipos de razonamiento diferentes. Cuando, después de repetidos intentos, finalmente conseguí aclarar la cuestión, se iluminó el hecho de que la probabilidad propiamente dicha no tenía nada que ver con la validez de la Abducción" (CP 2.102, c.1902).

Es curioso observar que muchos intérpretes de la abducción han escrito un buen número de libros y ensayos sobre ese concepto, ignorando innumerables señales de alerta del propio Peirce, semejantes a lo enunciado en este pasaje. Tomando como base casi exclusivamente el texto de 1878 Deduction, Induction and Hypothesis, en el que las inferencias se tratan todavía dentro del marco estrictamente silogístico, esos intérpretes permanecen apresados en una visión limitada, o la extrapolan por su propia cuenta, armando una tremenda confusión de todos los límites entre abducción, tipos de inducción y deducción que Peirce tan nítida y laboriosamente definió a partir de 1900. Este último es el caso de Umberto Eco (1989), por mencionar el ejemplo más conocido; el primero es el caso de Herrero (1988) que heredó de la escuela de Bonfantini (1987) la fascinación por las combinatorias de la reglas, casos y resultados, conforme ya analicé en otro trabajo (Santaella 1991).

Como indica el texto precedente que aclaró la cuestión, Peirce se refiere a su noción posterior de abducción como el razonamiento que lleva a la adopción de una hipótesis para ser comprobada y a la inducción como la verificación de la hipótesis. De ese modo, la validez de la abducción pasa a ser una cuestión enteramente diferente de la validez de la inducción. A propósito, lo que en el periodo anterior a 1900 era llamado de hipótesis pasó a partir de esa fecha a ser considerado como uno de los tipos de inducción: la inducción cualitativa; aquello que era considerado como inducción pasó a ocupar el lugar de la inducción cuantitativa. El camino que recorrió para llegar a esto es lo que trataré de indicar ahora.

El estudio de las tres formas de inferencia, que apareció en la serie de ensayos sobre metafísica y cosmología conocida como The Monist Series (1891-93), refiriéndose con el término The Monist a la conocida revista filosófica en que fueron publicados, no añadía gran cosa en relación con los escritos anteriores sobre la cuestión. "Por inferencia hipotética –escribía Peirce– quiero significar, como ya expliqué, en otros escritos, una inducción a partir de cualidades" (CP 6.145, 1892). La inducción fue, entonces, igualada con el proceso de formación de hábitos y la deducción vista como el proceso a través del cual la regla o hábito se actualiza en la acción. En The Law of Mind serían presentados y discutidos los análogos de estas formas de inferencia en los fenómenos psicológicos. Aunque no trate de hechos, Peirce estaba tan apartado de lo afirmado en 1878 que se preocupa ahora por ofrecer orientación para la construcción y selección de hipótesis. Sus mismas doctrinas cosmológicas serían presentadas como "hipótesis" (CP 6.606, 1891) y de ahí surgirían dos requisitos para la adopción de una hipótesis: 1) debe ser capaz de explicar el hecho observado; 2) debe llevar a conclusiones susceptibles de verificación.

En su manuscrito Lessons from the History of Science (CP 1.43-125, c.1896), a con notas para un proyecto, nunca completado, de una Historia de la Ciencia, escrito probablemente alrededor de 1890, pasó a adoptar el nuevo término "Retroducción" para designar aquello que anteriormente llamaba hipótesis, correspondiendo ahora a la interpretación aristotélica que Peirce estaba dando de la abducción: "La Retroducción es la adopción provisional de una hipótesis porque cualquier consecuencia posible de ella es susceptible de verificación experimental, de forma que se espera que la aplicación perseverante de un mismo método sea capaz de revelar la discordancia de la hipótesis con los hechos, si realmente discrepa" (CP 1.68, c. 1896).

Tal como fue señalado por Fann (1970: 30), con la sustitución del término "hipótesis" por el nuevo nombre de "retroducción" o 'abducción" el concepto comenzó entonces a ser ampliado para incluir la función metodológica, más allá de la función comprobatoria. Esa ampliación, expresada en la consideración de las inferencias como procesos o estadios también metodológicos, sería lo que vendría a marcar de modo predominante la visión peirceana posterior a 1900. Los límites de las inferencias como acciones mentales, concebidas en la desconstrucción de la intuición cartesiana, estaban comenzando a atarse indisolublemente con los límites del método científico elaborados en The Fixation of Belief (CP 5.358-387, 1877).

En 1901, en un texto titulado On the Logic of Drawing History from Ancient Documents Especially from Testimonies (MS 690, CP 7.164-255, c.1901, HP 705-800) Peirce explicó más claramente su nueva interpretación de los Primeros Analíticos (II, 25) de Aristóteles. Traduciendo el término apagogue por abducción, la definió como la aceptación o creación de una premisa menor como una solución hipotética para un silogismo cuya premisa mayor es conocida y cuya conclusión descubrimos que es un hecho (CP 7.249, c.1901).

Fue en el contexto de su lectura original de Aristóteles que despuntó el concepto de abducción, que luego sería ampliado con la idea de que "consiste en el examen de una masa de hechos que permite que esos hechos insinúen una teoría" (CP 8.209, c.1905). En esa dilatación comenzó a aparecer para perdurar ya de modo permanente en el pensamiento de Peirce, esa idea hasta hoy revolucionaria, polémica y controvertida para el contexto de la historia y filosofía de la ciencia, la lógica y la propia filosofía, de un tipo de razonamiento que, sin dejar de tener una forma lógica, tiene un carácter instintivo y es, antes que otra cosa, un proceso vivo de pensamiento.

Hasta 1890, los conceptos de inducción y deducción no presentaron alteraciones, pero en 1898, la deducción ya era claramente vista como el proceso de inferir las consecuencias probables y necesarias de una hipótesis. La inducción no era aún tratada como un proceso de verificación de una hipótesis. A pesar de eso, la radicalización en el entendimiento de la abducción, ocurrida en 1901, sólo pudo producirse debido también a la reconstrucción del espacio lógico de la inducción, lo que traería como consecuencia la concepción inaugural de los tres tipos de inferencias, razonamientos o argumentos como tres estadios interdependientes y entrelazados de la investigación científica. Nacía ahí su explicación madura del método de la ciencia, que fue eficazmente sintetizada por Fann (1970: 31-32) de la manera siguiente:

"Cuando surgen hechos sorprendentes se busca una explicación. 'La explicación debe ser una proposición tal que lleve a la predicción de los hechos observados, sea como consecuencias necesarias, sea al menos, como muy probables en esas circunstancias. Entonces, ha de adoptarse una hipótesis que sea en sí misma plausible y que torne los hechos plausibles. Este paso de adoptar una hipótesis como sugerida por los hechos es lo que llamo abducción' (CP 7.202, c.1901) afirmó Peirce, equiparándola con el primer estadio de una investigación.
'En cuanto una hipótesis ha sido adoptada la primera cosa que hay que hacer es delinear sus consecuencias experimentales necesarias y probables. Ese paso es una deducción' (CP 7.203, c.1901). El paso siguiente es la verificación de la hipótesis a través de experimentos y comparaciones de las predicciones deducidas de la hipótesis con los resultados reales del experimento. Cuando predicciones tras predicciones son verificadas por el experimento, comenzamos a dar nos cuenta de que la hipótesis puede contarse como un resultado científico. 'Este tipo de inferencia, comprobar predicciones basadas en una hipótesis mediante experimentos, es la única que está legitimada para ser llamada propiamente inducción' (CP 7.206, c.1901)".

Dejando para otra ocasión la presentación de la inducción y su clasificación, pienso que ha llegado el momento de una interrupción para recordar aquí en una visión de conjunto el proceso evolutivo de los conceptos. En el primer período, la hipótesis y la inducción son sintéticas, en el sentido de que algo no implicado en las premisas está contenido en la conclusión, y la diferencia entre ambas consiste en los resultados de las inferencias: la inducción como el razonamiento de los particulares a una regla general; la abducción, de los efectos a las causas. La primera clasifica, la segunda explica. En el periodo posterior a 1900, cualquier proposición sintética, o sobre una entidad no observable o una generalización, en la medida en que es considerada inicialmente como verdadera, es una hipótesis a la que se llega por abducción. Con anterioridad, una generalización sólo podía ser el resultado de una inducción. Después, la generalización es sugerida por la abducción y confirmada sólo por la inducción. De hecho, leyes y generalizaciones pasaron a ser vistas como hipótesis esclarecedoras en cuanto que, primeramente, la inducción y la hipótesis eran modos apenas diferentes de inferir tipos diferentes de hipótesis.

Con las transformaciones operadas en la delimitación de las fronteras entre los tipos de inferencia, las distinciones entre abducción e inducción se tornaron nítidas y precisas. La inducción no añade nada. Como máximo corrige el valor de una ratio o modifica ligeramente una hipótesis de un modo que había sido ya contemplado como posible. La abducción, por su parte, es meramente preparatoria. Es el primer paso del razonamiento científico, mientras que la inducción es el paso conclusivo. Son polos opuestos de la razón, el primero, la abducción, es el más ineficaz de los argumentos; el otro, la inducción, el más efectivo de los argumentos. El método de uno es el contrario al del otro. La abducción busca una teoría, la inducción busca hechos (CP 7.217-18, c.1901; apud Fann 1970: 33-35).

De este modo, la inducción se convierte en el único proceso comprobatorio y la abducción en aquel proceso que lleva no a la adopción de hipótesis como opiniones finales, sino a las propias hipótesis, a su adopción como puro "poder ser". Así la probabilidad, que es un rasgo de la inducción sólo puede afectar a la inducción para establecer una verificación inductiva. Al ser colocada en el papel de la primera forma de inferencia lógica en la investigación científica, la abducción pasa de simple subsidiaria de la inducción –que era el papel que desempeñaba en el primer periodo– a ocupar el lugar privilegiado en el que acontece la creatividad en la ciencia. Por eso mismo, la abducción ejemplifica evidentemente la amalgama perfecta entre los aspectos lógicos y psicológicos del proceso, engendrando los fundamentos hipotéticos sobre los que la deducción y la inducción deben entonces construirse.

Cuando se tiene en mente el proceso evolutivo del concepto de inferencia y la diferencia funcional del papel lógico por el que cada uno de los tipos pasó, queda aclarada también otra cuestión que ha sido discutida polémicamente por los intérpretes de Peirce: la relación de los tipos de inferencia con la lógica de las categorías de primeridad, secundidad y terceridad. De hecho, hay razones para la controversia pues esa relación también sufrió alteraciones del primero al segundo periodo. Antes de 1900, los modos de inferencia estaban relacionados con las categorías a la luz del grado de certeza de cada uno de esos modos en el siguiente orden decreciente: deducción (terceridad), inducción (secundidad) e hipótesis (primeridad). Cuando fueron concebidos como estadios de la investigación, la relación pasó a ser: abducción (primeridad), deducción (secundidad) e inducción (terceridad), pues se trata aquí no del grado de fuerza de cada uno de los argumentos lógicos sino más bien de su orden de interdependencia en el proceso.

Lúcia Santaella-Braga
Programa de Comunicación y Semiótica
Universidad Católica de Sao Paulo
R. Monte Alegre, 984
05014-000 Sao Paulo, Brasil
e-mail: lbraga@pucsp.br

Referencias bibliográficas



Última actualización: 1 de diciembre 2011


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