¡Eureka! La traducción como un descubrimiento pragmático

Dinda L. Gorlée



Abductive heuristics is essential to all interpretative acts, that is, to all acts that require inspired discovery. One of these abductive activities is interlingual translation, because it seeks the possible (yet plausible) hypothesis with the most explanatory power. In this paper Peirce's semiotics are applied to illuminate the phenomenon of translation.


1. Abducción: intuición vs. instinto.

Desde una fecha temprana, Peirce rechazó enérgicamente la noción de intuición en su sentido filosófico de conocimiento inmediato "no determinado por un conocimiento previo del objeto mismo, y por tanto determinado más bien por algo externo al pensamiento (CP 5.213; W 2: 193, 1868). La creencia de que el conocimiento puede ser privado e independiente de todo conocimiento previo, fue considerada por Peirce como la base del cartesianismo en todas sus modalidades1. En lugar de ese solipsismo epistemológico (que ha sido adoptado por la gran mayoría de los más importantes filósofos desde Descartes), Peirce creyó que todo conocimiento se encuentra en los signos, mediado por un proceso inferencial y por lo tanto compartido, consensuado y abierto a la verificación. "No podemos pensar sin signos", sostuvo Peirce (CP 5.265; W 2: 213, 1868); y "la vida no es sino una serie de inferencias o una corriente de pensamiento" (CP 7.583; W 1: 494, 1868). Las inferencias, o signos pensados, reflejan las diferentes maneras a través de las cuales damos sentido a los fenómenos que observamos; y cualquier premisa puede fundamentar una conclusión de una demostración anterior. Esto se refleja en la teoría de Peirce del instinto que progresa hacia la razón, y se encarna en su construcción de los tres modos de razonamiento.

Esto significa que, para Peirce, existe una división clara entre dos términos —intuición e instinto— que por otra parte, en un sentido menos técnico, se usan casi indistintamente para designar la cualidad o capacidad de la percepción directa de una realidad, un hecho, etc., o a quien tiene una rápida perspicacia o un talento natural para algo2. No por casualidad, esta capacidad destaca particularmente, aunque eclipsada por la razón, en la abducción, el concepto fundamental de Peirce que él "inventó" ya en 1866 (W 2: 108, 1867), enriqueciendo así la tradicional dicotomía —deducción e inducción— y redefiniéndola en términos de una tricotomía. La abducción pretende explicar y descifrar satisfactoriamente cualquier hecho externo que sea sorprendente o anómalo para un observador o investigador, desafiando así su ingenio. El proceso abductivo consiste en la búsqueda, la formulación, la elección y el posible mantenimiento de una hipótesis, que sea suficientemente buena para más adelante construir sobre ella la argumentación.

Dentro de la tricotomía abducción-inducción-deducción, la inferencia abductiva tiene un valor débil de verdad. Por sí mismo el razonamiento instintivo no puede pretender justificarse con una absoluta certeza. Sus conclusiones no se basan en una causa identificable o fuerza que asegure que el modelo que hemos decidido observar ocurrirá también en otro lugar. La abducción es un método exploratorio para crear una hipótesis simple y atractiva que dé cuenta de la experiencia externa bajo investigación. Aunque esto significa que no puede aceptarse que la hipótesis proporcione una prueba o demostración sin una comprobación ulterior, la abducción es mucho más que una conjetura injustificada y una mera especulación. La calidad del juicio intuitivo no puede ser garantizada, sino que "es necesario a veces probar más de dos o tres hipótesis hechas por una persona claramente genial antes de que la verdadera sea encontrada" (CP 7.220, 1901). La abducción es también la fuerza creativa que introduce nuevas y originales ideas dentro de lo que, por otra parte, podría ser un procedimiento razonable pero completamente racionalista y, por ello, sin vida. Sin las ideas generadas a través de una inferencia abductiva en una mente capacitada, guiada por, como dijo Peirce, "il lume naturale, que ilumina los pasos de Galileo" (CP 1.630, 1898)3, los procedimientos lógicos no sólo carecerían totalmente de inventiva e iniciativa, y por tanto quedarían incompletos; sino que además, y esto es más serio, podrían tender a ser interesados, y, por tanto, autovalidantes por lo que resultaría imposible seguir avanzando.

La abducción cosiste en hacer adivinaciones inteligentes y relevantes que implican conexiones novedosas entre pregunta y solución a través de un destello de comprensión; este es el acto "eureka", mencionado en el título de este trabajo4. En realidad las intuiciones verdaderamente brillantes —es decir, el progreso en la ciencia— no se obtienen por pura deducción: se alcanzan a través de la metáfora: construyendo una analogía entre algo observado y algo no observado; en palabras de Peirce, "para llegar a conocer, a partir de la consideración de lo que ya sabemos, algo más que no conocemos" (CP 5: 2; W 3: 244, 1877). El conocimiento, por tanto, no es una entidad que exista en el mundo exterior, y que espere que un observador o investigador lo descubra y trabaje con él. Más bien el conocimiento es creado y/o descubierto en el mundo interior del investigador para dar cuenta de una parte singular de experiencia. Esas ideas creativas se consiguen en momentos clave de intuición abductiva, que requieren una mente entrenada capaz de entrar en el deseado estado meditativo de la mente: esta es la sugestiva noción de Peirce Musement (cfr. CP 6.452-6.465, 1908); una oportuna concatenación de fuerzas que influyen en el investigador, incluidos sus genes; y una favorable coincidencia de factores externos. Todo ello no puede ser totalmente controlado ni fijado por la voluntad del investigador: hay una parte consciente y una parte inconsciente.

La ideación abductiva es un poder especial de razonamiento que merece un destino mejor que el de ser relegada a un rango e importancia secundarios5. Aunque se trate de un método sólo semi-consciente de resolver problemas, y por ello (en terminología peirceana) "degenerado"6, el "misterio que se cierne sobre este singular instinto adivinatorio" (CP 7.46, c.1907) no debería ser entendido como que en él hay sólo instinto y no razón, ni que no pueda ser aplicado con éxito fuera del marco silogístico de la lógica pura. En realidad, la heurística abductiva es esencial en todos los actos interpretativos: es decir, los actos que requieren un descubrimiento genial de cualquier clase y en todos los campos de investigación, tanto teóricos como prácticos. Un ejemplo de estas actividades abductivas es la traducción interlingüística, porque busca la hipótesis posible (y además plausible) de mayor capacidad explicativa. La aproximación abductiva a la traducción, a la interacción entre naturaleza y cultura, muestra el paso de un instinto (determinado biológicamente) a un método (determinado culturalmente) a la vez que evita la problemática dependencia de Peirce de un vago y "místico" instinto y de otras creencias metafísicas (en cuanto opuestas a las empíricas).

2. La traducción: justificación y/o descubrimiento.

Que la abducción como lógica del descubrimiento creativo sea una noción que es relevante para el fenómeno de la traducción, ha logrado hasta hoy un escaso reconocimiento entre traductores, teóricos y enseñantes de la traducción. Con referencia a la traducción como proceso hay referencias ocasionales a la creatividad no inductiva ni deductiva7. Contrariamente, quizá, es en los estudios de traducción descriptiva, que se concentran en la traducción como un producto (es decir, como resultado de un proceso de traducción) donde se encuentra la noción de hipótesis explicativa, y por ello de descubrimiento, en particular en el pensamiento de Toury.

En su último libro, Descriptive Translation Studies and Beyond, Toury reitera, como principal objeto de investigación, el paradigma de la traducción como actividad orientada hacia el objeto, poniendo énfasis en el texto traducido y en sus constituyentes: su forma, su empleo del lenguaje objeto8, su papel y funcionalidad en la cultura objeto y su génesis. En contraste con el texto que se traduce, que es la fuente, y a fortiori con el proceso de traducción, que son entidades no observables y que necesitan una reconstrucción antes de poder ser estudiadas, el objeto que tenemos entre manos no es normalmente el texto que va a ser traducido, sino más bien un texto ya traducido9. Es en realidad una traducción, una suposición, la primera de una serie completa de averiguaciones basadas en la intuición que producen hipótesis explicativas que tendrán que pasar por una justificación sistemática si han de ser aceptadas como explicaciones válidas.

Para Toury, esto significa que no sólo al principio puede una traducción ser caracterizada como tentativa por el investigador, porque hay ocasiones en que puede convertirse en, por ejemplo, una pseudotraducción o una traducción sesgada (es decir, manipulada); también la posición de la traducción (admitida) en la lengua y la cultura objeto es, hasta nuevo aviso, tanto una hipótesis como un hecho real; y finalmente existe el postulado de transferencia, que reconoce que existen ciertas similitudes y/o relaciones que justifican que la (supuesta) traducción sea considerada, de forma transitoria, derivada de otro texto que pertenece a una cultura diferente y que está escrito en un lenguaje que pertenece a esa cultura.

Por todo lo dicho hasta ahora debería ser evidente que la argumentación de Toury sigue, aunque de forma implícita, el curso del método científico de Peirce, a la vez que concede a lo que Peirce denomina abducción el peso que merece. Como interpretantes, aquellos signos equivalentes que los signos producen en las mentes o cuasi-mentes de los intérpretes pueden seguirse de esos signos hipotéticamente (abductivamente), inductivamente, o deductivamente, de forma que sus conclusiones sean interpretantes especialmente seleccionados de entre otros posibles interpretantes. Esto ocurre en un proceso de investigación que comienza con una hipótesis abductiva que es "tenida en cuenta pero puesta en duda" y que prosigue con su justificación inductiva antes de alcanzar, deductivamente, la conclusión definitiva que tiende a descubrir la verdad. Aunque la hipótesis abductiva, entre estas tres, está dotada con el menor coeficiente de verdad objetiva, es el primus motor hacia la conclusión deductiva, en cuya fase todas los puntos débiles y contradicciones deberían haber sido eliminados del sistema. Esto también se mantiene en el caso de la traducción, tanto como proceso como en cuanto producto.

El proceso de traducción se ocupa de emisiones lingüísticas complejas en la lengua, sobre las que interpretantes parciales cifrados se generan en tres niveles, que se combinan después e interaccionan con sentido pleno en un nuevo conjunto. Prefiero ver los interpretantes que componen la traducción en parte como soluciones generadas por la gramática —soluciones que son el resultado de una búsqueda exhaustiva— , y en parte como nuevas ideas o descubrimientos casuales (en sentido peirceano), siendo los últimos respuestas plausibles, aunque no perfectas, encontradas sin examinar toda la masa (en potencia enorme) de información relevante, pero que resultan de los atajos que caracterizan los juicios humanos. La aparición de soluciones traductivas y de otro tipo, "no es nunca ni un salto cuántico a un estado de cosas totalmente desconectadas de un estado anterior de esas mismas cosas ni una transición continuada de un estado a otro. Ambos factores están siempre implicados en el descubrimiento". Aunque "Peirce otorga un peso mayor a la continuidad que a la brusquedad"10, la traducción no debería igualarse a un comportamiento regulado paso a paso; sólo está determinado hasta cierto punto por los códigos lingüísticos del texto traducido. Lo que queda está abierto a descubrimientos libres y especulativos, guiados por claves impredecibles.

Cuando Toury describe el procedimiento efectivo de descubrimiento y justificación (todavía con referencia a estudios descriptivos sobre traducción), su explicación parece genuinamente semiótica, una vez más sin referirse a ella de forma explícita en términos semióticos. En relación con su representación esquemática de los procedimientos de descubrimiento y sus correspondientes imágenes, y los procedimientos de justificación, Toury pone énfasis en su naturaleza no lineal: "Al contrario, en cada fase, desde el principio, las hipótesis explicativas serán formuladas, lo que reflejará los pasos anteriores y consecuentemente afectará a los procedimientos de investigación subsiguientes. La progresión normal de un estudio es por ello helicoidal más que lineal: siempre quedará algo hacia lo que volver o algo que descubrir, lo que hace necesario encontrar nuevas explicaciones (o explicaciones más elaboradas)"11.

Este pasaje es crucial, porque sitúa cada nueva semiosis en un nivel superior de significado, en concordancia con el punto de vista de Peirce de la semiosis como un movimiento helicoidal (o piramidal)12. De acuerdo con esta perspectiva, la semiotraducción comienza con una búsqueda no sistemática en una dirección determinada, la esencia del descubrimiento abductivo, que es integrada gradual aunque rapsódicamente en el curso de la acción por medio de su control, esto es, a través de la experimentación con ella y del intento de hacerla explicable. La descripción de Toury muestra que el método lógico-semiótico de Peirce es totalmente aplicable a la identificación, descripción, y análisis de la traducción como un experimento mental de generación de significado, en el que una hipótesis generada abductivamente es comprobada de modo reiterado.

3. Semiotraducción.

La semiotraducción es, pues, un proceso unidireccional, orientado al futuro, acumulativo e irreversible, que comienza con la abducción y se mueve en espiral, en momentos sucesivos, hacia una mayor racionalidad, complejidad, coherencia, claridad y determinación, mientras de forma progresiva se armonizan las traducciones caóticas, desorganizadas y problemáticas (y los elementos y/o aspectos de las traducciones), así como también se neutralizan aquellas dudosas, erróneas o falsas. Al integrar de forma continua informaciones nuevas en el objeto dinámico, las traducciones del signo hacen que su significado real sea más completo, detallado y continuo. Sin embargo, siempre permanecen lagunas de información. De alguna manera, una traducción (es decir, la regla de traducción entre un signo y un objeto en cuanto cristalizada) nunca está terminada, nunca es perfecta, y puede siempre, aunque mínimamente, ser mejorada.

Dado que el proceso de traducción es un proceso mental que no está abierto a un escrutinio directo —la así llamada "caja negra"—, puede afirmarse que sólo puede ser explicado por abducción. Siguiendo esta línea, en mi trabajo Der abduktive Ansatz in der interlingualen Übersetzungspraxis un -forschung13, he estudiado varios problemas para los que se puede encontrar una respuesta (espero que satisfactoria) situándolos dentro del marco de la abducción peirceana. Por ejemplo, el procedimiento de la traducción ha sido visto comúnmente, pero de modo discutible, como un escenario cronológico con tres o cuatros estadios14. Se tiende a ver el primer estadio de Koller, el borrador de la traducción, como un producto de la abducción, con el que comparte su carácter improvisado, su origen especulativo y su valor provisional. También, según Steiner15, la "confianza inicial" y la "generosidad radical" del traductor, que "normalmente, será inmediata y estará sin revisar" pero que tiene "una base compleja", parece sin duda un razonamiento instintivo al estilo de Peirce, en primer lugar porque centra su atención en el papel del traductor, quien está implicado en una actividad mental estrechamente relacionada con la abducción, en un toma y daca más que en un sistema de ensayo y error.

Debería estar ya claro que la persona que traduce llega normalmente a la respuesta, a la elección y/o la decisión, aún provisional de la traducción, por medio de un método "atrápalo como puedas" más que por un análisis y descodificación de palabras, oraciones, párrafos, etc., que es el caso de la traducción automática. Anderson16 distingue la creatividad científica, que Peirce relaciona con lo explícito, de la creatividad artística, que en general debe extrapolarse de la obra de Peirce. Aunque ambas dependen de la abducción, la creatividad científica está dirigida hacia el descubrimiento y se construye sobre la base de la analogía, mientras que la creatividad artística está dirigida hacia la creación y se construye sobre la base de la metáfora. Tomando como punto de partida la división de Peirce de los signos iconos en imágenes, o primera primeridad; diagramas, o segunda primeridad; y metáforas, o tercera primeridad (CP 2.277, c.1902), Anderson argumenta que el objetivo del descubrimiento científico es una hipótesis que es análoga (diagramática) al mundo existente; mientras que el objetivo de la creatividad artística es la presentación de un nuevo sentimiento cualitativo cuya naturaleza sería metafórica. Puesto que una traducción, para ser considerada como tal, debe igualar, tanto como totalidad como en cada una de sus partes, la estructura cualitativa de algún signo textual preexistente, es un índice cuya iconicidad es dominante, mientras la lengua (ambos códigos lingüísticos implicados) sitúa ambos textos bajo la égida de lo simbólico (es decir, incluyendo de nuevo elementos icónicos y/o índices). Esta semejanza unívoca de dos cosas bajo una misma consideración convierte a la traducción en un caso de pensamiento análogo, es decir, de descubrimiento científico. Por otra parte, si el traductor libremente da rienda suelta a sus habilidades artísticas, está obligado a crear no una analogía sino más bien una metáfora, es decir, algo nuevo, construido sobre la base de una semejanza equívoca entre dos cosas cuyas estructuras cualitativas son esencialmente diferentes pero que son consideradas semejantes para el propósito de su argumento. Esto hace de la metáfora un símbolo en el que la iconicidad juega un papel dominante17. La distinción entre ambos modos que, como cualquier concepto en el pensamiento de Peirce, no son mutuamente excluyentes sino que deben ser situados sobre la base de un continuo, corresponde a lo que normalmente se conoce como traducción literal frente a traducción libre, distinción que a menudo se emplea para referirse especialmente a los textos informativos por una parte y a los textos poéticos por otra. En un paradigma peirceano, esta tradicional dicotomía, que se refleja en la mayoría de las tipologías de textos, es remplazada por una escala móvil, de tal forma que la transición entre tipos de textos nunca es nítida, sino siempre fluida18.

Las fases iniciales de la traducción, cuando se genera un primer interpretante lógico, son el resultado de algunas conjeturas casuales pero serias del traductor; aunque en el curso de posteriores semiosis, cuando el traductor/investigador parece haber llegado a algún atolladero en el que se necesitan nuevos impulsos, el fuego abductivo puede reavivarse para ayudar a formar esperanzadoras propuestas y así lograr la elaboración, verificación y consolidación de la traducción. De hecho, para Peirce, el pragmatismo es "la lógica de la abducción" (CP 5.195 ss, 1903); y en el lenguaje pragmático de Peirce, la abducción, lo más profundo de la investigación, tiene un papel central en el duro proceso de los hábitos de la traducción.

A pesar de su vivo interés por la abducción, Peirce, el lógico anti-psicologista, nunca describió el paso a paso del proceso lógico mediante el que un individuo creativo genera una hipótesis. Su lógica del descubrimiento se centra principalmente en la metodología de la investigación y en la resolución de problemas (la metodéutica de Peirce, también llamada retórica especulativa) a expensas de la crítica especulativa y la gramática especulativa. El énfasis de Peirce en desarrollar "un método de descubrir métodos" (CP 2.108, 1902) y su ejemplificación en su proyecto de economía de la investigación19 implicaba que la lógica del descubrimiento es el proceso abductivo. Peirce había perfilado su original lógica, que "se dirige a la pregunta de cómo las nuevas ideas o hipótesis llegan a la mente y de qué clase pueden ser"20, como una persecución filosófica más que como un manual práctico, sin proporcionar una descripción completa del acto eureka y de la calidad de las ideas. Las condiciones y/o los criterios para una hipótesis válida son, como se puede esperar de un paradigma peirceano, tres: son juzgadas en referencia a algún propósito de belleza, utilidad (que se comprueba de forma experimental), y/o intuición (fuerza explicativa). La fuerza del interpretante generado de forma abductiva es, por supuesto, su belleza —en el amplio sentido peirceano de sencillez, unicidad, drama, iniciativa, y otras características de primeridad, todas ellas emotivamente coloreadas—.

4. La experiencia eureka del traductor.

¿Qué induce al traductor a encontrar súbitamente soluciones válidas a los problemas lingüísticos que se le plantean? Una vez más, las condiciones previas son tres. Lo que se necesita en primer lugar y principalmente es genio y estudio. El acento principal se pone en el desarrollo primario de las habilidades especiales; en este caso, el dominio completo de las reglas de (al menos) las dos lenguas y culturas en las que están asentadas, así como de las múltiples zonas de confluencia entre ambas. Esto implica que el traductor profesional debe haber aprendido e interiorizado un gran número de asociaciones y combinaciones referidas a una lengua en particular (traducción intralingüística), a dos lenguas (traducción interlingüística), y a las interacciones entre una lengua y los sistemas de signos no verbales (traducción intersemiótica)21. Es obvio que ningún individuo, incluso experimentado, puede tener los ilimitados recursos necesarios para conocer en su totalidad la serie de procesos dentro de todos los universos de discurso, incluyendo la capacidad de anticipar y planificar el comportamiento futuro de todas las intersemiosis posibles dentro de las artes y las ciencias; pero para que una idea compleja aunque unitaria surja sin esfuerzo, se necesita la fuerza intuitiva de una mente disciplinada y fértil; de hecho, cualquier mente, no una mente particular que perteneciera a un individuo concreto. Peirce fue muy claro en este sentido22.

No hay base para un descubrimiento inspirado, sino sólo para un descubrimiento como mero accidente, a no ser que nos sintamos espontáneamente como en casa en esos campos cognitivos y hayamos adquirido experiencia de los casos que pueden ocurrir y que de hecho ocurren. La inteligencia y las habilidades profesionales son, pues, el primer requisito para la ideación abductiva.

La segunda característica implica el humor y la actitud del traductor. Para conseguir el estado hipnótico de la mente en el que el inconsciente (la imaginación, en el sentido etimológico de la palabra) está desbloqueado y estimulado, lo que se necesita es una suspensión temporal de la acción voluntaria y de la actividad mental consciente, e igualmente una indiferencia temporal hacia las rutinas lógicas y los prejuicios mentales (que hacen que el investigador quede ciego ante los elementos válidos, verdaderos y/o relevantes fuera de sus propias presuposiciones). Sólo en este estado de abandono y ensueño —el famoso Musement peirceano (CP 6.542 ss, 1908)— puede la experimentada mente del traductor relajarse, enfrentarse desinteresadamente al problema (que puede ser una palabra, un grupo de palabras, una oración, un párrafo, etc.), y disolver su "yo" en él. Él observará el problema, lo verá desde diferentes perspectivas, y libremente lo explorará en su totalidad, es decir, sentirá y escuchará el significado de uno de sus elementos, lo saboreará y lo tocará, por así decir, con los tentáculos de la mente y del corazón. Este es el primer paso en la técnica abductiva de la traducción.

Después, la abducción prosigue hacia su segunda fase. Con un ojo puesto en "acertar con" una solución que se amolde a la imagen textual, el elemento fuente y su versión objeto son tomados ambos en la mente para ver cómo encajan. Esto posibilita al traductor "hacer experimentos precisos con diagramas, y descubrir los cambios indeseables que se producen en las relaciones de las diferentes partes de un diagrama entre sí" (MS 292: 3, c. 1906). Lo que se pretende aquí, todavía de forma poco rigurosa "con los ojos abiertos, despierto a lo que va a pasar o a lo que está dentro de sí" (CP 6.461, 1908), es una síntesis de elementos diferentes, una solución significativa en la que se produce una hábil combinación y surge una nueva forma, como las piezas de un rompecabezas23.

La mayoría de los traductores están inclinados y absortos en sus papeles, o con los ojos fijos en la pantalla de su ordenador. Sin embargo, lo que ellos ven realmente es un trozo de texto que ya memorizaron a primera vista. Su concentración visual es, pues, innecesaria, incluso contraproducente. Al concentrarse, mental y físicamente, en las letras impresas en el papel o en la pantalla, son incapaces de dejar navegar sus pensamientos y asociar libremente o dedicarse a otras ocupaciones más ociosas de la mente. En consecuencia, manejan literalmente fragmentos dispersos, bloqueando así el acceso a esa clase de soluciones sintéticas que se generan de una manera abductiva.

En cambio, después de un rápido vistazo al texto que será traducido, los traductores deberían animarse a retreparse en sus sillas y mirar al techo, por la ventana, o (incluso mejor) a ningún sitio en particular; deberían cerrar los ojos y fijar la atención hacia adentro, abstraídos del mundo. Desde "allí fuera" el espacio problemático debería llevarse hacia dentro de la mente, ser percibido por el ojo interior, y ser manejado así: los signos lingüísticos secuencialmente ordenados (que el traductor necesita para trasladarlos a un módulo o código distinto) deben ser transformados primero en ideas o imágenes, en iconos mentales que transporten toda la información significativa de manera inmediata y simultánea24. Tales imágenes verbales sirven de interlengua imaginaria y no verbal25 entre el problema como un todo unitario y su solución abductiva; esta fase transitoria permite a la persona que abduce ir más allá de los signos dados materialmente, para trascender la estructura superficial del texto que va a ser traducido, y no meramente elegir entre un grupo de alternativas previamente dadas en el diccionario26. Seguramente, hay aquí un trabajo importante para la didáctica de la traducción.

Como tercer y último requisito encontramos las circunstancias externas experimentadas por el individuo creativo en busca de un eureka. Cuando la hora de la "verdad" de la traducción se aproxima, sus especulaciones son molestadas y fácilmente frustradas por toda clase de ruidos27: no sólo ruidos acústicos, sino también ruidos visuales, fisiológicos, psicológicos, sociales, documentales, y demás, todos ellos fortuitos e indeseados. Sólo las situaciones idealizadas son situaciones sin ruido; en la vida real el ruido es normalmente inevitable. Causa un grado de desorden que distrae al traductor de su trabajo, que es inconsciente e invisible aunque intenso. Y una vez interferido por el ruido, el Musement apenas puede ser inducido de nuevo mediante una acción voluntaria específica.

Cuando la situación parece al fin estar madura para el descubrimiento, una acción, un acontecimiento o un pensamiento casual, es suficiente para disparar el eureka: la que se espera sea la suposición afortunada surge de repente y espontáneamente como un destello de esplendor. Esta es la tercera y última fase de la abducción, en sí misma la lógica primera de interpretación de los signos, y por ello también de la traducción. Aquí, la brecha entre el universo del texto fuente y el universo producido del texto que es el objetivo se cierra abductivamente por una explosión de semejanza. El traductor, estremecido, puede reaccionar ante el momento de éxtasis exhibiendo su alegría: él puede reír, saltar, alzar los brazos, aplaudir, o si no, romper su hechizo como un trance y expresar su alegría a través de movimientos corporales o/y gestos de expansión28.

Para el armonioso desarrollo de la traducción en cuanto signo, la hipótesis verbal o de imágenes necesita posteriormente ser traducida en una futura acción. Esta necesidad de ir más allá de la abducción es una de las implicaciones de la máxima pragmática29: los "efectos que podrían tener concebiblemente consecuencias prácticas" (CP 5.402; W 3: 266, 1878) significa, en el caso de la traducción, que sus efectos deben estar conectados con el mundo real, donde se manifiestan como acciones. El significado potencial que tiene el texto fuente es actualizado y desplegado a través de acciones-signo en el futuro. El empirismo de Peirce va seguido así de la verificación. En 1905, Peirce reformuló su máxima pragmática en un lenguaje semiótico: "Toda la intención intelectual de un símbolo consiste en el total de todos los modos generales de conducta racional que, condicionados a todas las diferentes circunstancias y deseos posibles, se seguirían de la aceptación del símbolo" (CP 5.438, 1905)30.

Aplicado a la situación de la traducción, esto significa que la traducción aspira a reproducir y traducirse en forma de un comportamiento de creación de reglas. Este comportamiento consiste en una serie de interpretantes, cada uno de los cuales es una realización (todavía parcial) de su significado completo. Dirigida, de una manera condicionada, hacia un tiempo futuro, y guiada por el principio de "fijación de la creencia", la traducción alcanzará finalmente su cumplimiento, en ese momento toda la información, explícita e implícita, proporcionada por el texto fuente se ha materializado de nuevo en el texto objeto, permitiendo el descanso al trabajo del traductor. El último (aunque, en realidad, todavía no último) interpretante lógico se produce en el momento final cuando se alcanza el punto más alto en el que todos los significados se realizan y todos lo propósitos se logran. Una vez que se han cumplido todas las obligaciones y se han llevado a cabo todos los trabajos, el summum bonum de la ley y la generalidad ha sido alcanzado. De manera simultánea, sin embargo, a través de la "ejecución" de la traducción (que marca su cumplimiento y su muerte) se restaura una situación edénica: previa a la traducción, primitiva, ligera, libre31 y, si se desea, preparada para asumir nuevas tareas y asignaciones.

(Traducción de Carmen Llamas)

Dinda L. Gorlée
Van Alkemadelaan 806,
2597 BC The Hague,
The Netherlands Holanda

Notas

1. Véase R. Jones, "Is Peirce's Theory of Instinct Consistently non-Cartesian?", Transactions of the Charles S. Peirce Society, 1976 (12), 348-366.

2. Para la teoría del instinto de Peirce, en la que distinguió entre la acción instintiva racional, animal y vegetal, así como para el instinto egoísta, el instinto social y sus relaciones con la abducción, véase M. Ayim, "Retroduction: The Rational Instinct", Transactions of the Charles S. Peirce Society, 1974 (10), 34-43.

3. Para más detalles acerca de la noción del "il lume naturale" véase M. Ayim, "Retroduction".

4. Spinks ofrece una lista completa de parecidos "procesos no exactos en el manejo de la información: la corazonada, la suposición, la intuición, la perspicacia, el eureka, la revelación, la iluminación, la inspiración, la Voz, y otros", C.V. Spinks, Jr., Semiosis, Marginal Signs and Trickster: A Dagger of the Mind, MacMillan, London, 1991, 114.

5. La psicología cognitiva considera el sentimiento y la emoción como algo secundarios al pensamiento. Zajonc, sin embargo, sostiene que ambos son sistemas paralelos, mutuamente interactivos. En esta relación, Zajonc no menciona la abducción peirceana, pero cabe destacar que pone de relieve el trabajo de Wilheim Wundt (1832-1920), el filósofo alemán, pionero en el campo de la psicología experimental, de quien Peirce era un admirador. R.B. Zajonc, "Feeling and Thinking: Preferences Need No Inferences", American Psycologist, 1980 (35, 2), 151-175. El énfasis de Wundt en los procesos dinámicos, su afirmación de que el pensamiento es inferencial, sus ideas sobre el principio de resultados creativos o de síntesis (la percepción total es más que la suma de los estímulos), y su teoría del "sentimiento total" (que va más allá del estrecho paradigma del placer y el desagrado) le acercan a Peirce. A lo largo de la obra de Peirce, se encuentran referencias a este fenomenólogo avant la lettre. Véase en especial la recensión de Peirce sobre Principles of Physiological Phycology de Wundt (CP 8.196- 8.204; N 3: 229-233, 1905) y el énfasis de Peirce en los "corolarios prácticos" de su tema principal: "el sustrato corporal de la vida mental" (CP 8.204; N 3: 233, 1905).

6. Sobre la noción de degeneración véase D.L. Gorlée, "Degeneracy: A Reading of Peirce's Writing", Semiótica, 1990 (81, 1/2), 71-92, y las referencias allí mencionadas.

7. W. Wilss, Kognition und Übersetzen: Zu Theorie un Praxis der menschlichen und der maschinellen Übersetzung, Max Niemeyer, Tübingen, 1988, 111.

8. Traduzco "target-oriented paradigm" como paradigma orientado hacia el objeto, hacia la fórmula verbal final que busca quien traduce (N. de la T.).

9. G. Toury, Descriptive Translation Studies and Beyond, Jonh Benjamins, Amsterdam, 1995, 36.

10. R. Tursman, Peirce's Theory o Scientific Discovery: A System of Logic Conceived as Semiotics, Indianapolis, Indiana University Press, 1987, 22.

11. R. Toury, 38.

12. Para una amplio tratamiento del modelo piramidal de semiosis, véase C.V. Spinks. En CP 6.581 ss, c. 1905 Peirce trata tres principios de movimiento: elíptico, parabólico e hiperbólico. De acuerdo con Esposito, el movimiento elíptico es la primeridad, "microscópicamente reversible (sin dirección) y homogéneo de principio a fin"; el movimiento parabólico es la segundidad, "globalmente reversible (cíclico) y heterogéneo dentro de los ciclos"; y el movimiento hiperbólico es la terceridad, "irreversible y heterogéneo de principio a fin (de desarrollo)", J.L. Esposito, Evolutionary Metaphysics: The Development of Peirce's Theory of Categories, Ohio University Press, Ahens, OH, 1990,167. Esto se corresponde a lo doblemente degenerado, a lo degenerado una vez, y a la genuina semiosis (sobre la noción de degeneración en Peirce, véase n. 6). Sobre la propia consideración de Peirce de la semiosis como un concepto lógica, categórica y pragmáticamente ambiguo, véase V.M. Colapietro, "Peirce's Attempts to Define Semiosis", en J. Deely (ed.), Semiotics 1985, University Press of America, New York, Lanham, 1985.

13. D.L. Gorlée, Der abduktive Ansatz in der interlingualen Übersetzungspraxis und -forschung, en prensa. Véase también, D.L. Gorlée, Semiotics and the Problem of Translation: With Special Reference to the semiotics of Charles S. Peirce, Amsterdam, Rodopi, 1994, 182 ss (cit. Semiotics).

14. W. Koller, Einführung in die Übersetzungswissenschaft, Quelle & Meyer, Heidelberg, 1992, 203. G. Steiner, After Babel: Aspects of Language and Translation, Oxford University Press, Oxford, 1975, 296-300.

15. G. Steiner, 296.

16. D.R. Anderson, Creativity and the Philosophy of C. S. Peirce, Martinus Nijhoff, Boston, 1987, 68.

17. Véase Anderson, 68 ss. El concepto lógico de metáfora en Peirce es decididamente más amplio que la figura de pensamiento empleada en el lenguaje literario, en el que un elemento "que en su empleo habitual ("literal") denota una clase de objeto, cualidad o acción se aplica a otro, en la forma de una identidad en lugar de una comparación", M.H. Abrams, A Glossary of Literary Terms, Holt, Rinehart and Winston, New York, 1981, 63. Debido a su esencial doble rostro (dos lenguas en interacción), la traducción interlingüística es una comparación (un símil en lenguaje literario) con características metafóricas que no sólo muestra las similitudes sino que a la vez, y de manera más fuerte, subraya las diferencias (incluso las diferencias irreconciliables) entre las lenguas implicadas. Por tanto, estoy de acuerdo en lo esencial con la conclusión de Johansen de que la traducción interlingüística (...) no debería ser contada como una transformación metafórica, aunque el objetivo de la traducción sea ciertamente encontrar la correspondencia o la expresión paralela en la lengua objeto. En este caso, sin embargo, aunque el vocabulario, la estructura, etc. de las dos lenguas sean diferentes, se trata todavía de dos especies distintas de lengua natural, J.D. Johansen, "Iconicity in literature", Semiotica, 1996 (110, 1/2), 37-55.

18. Véanse D L. Gorlée, "Contours of a Peircean Text Semiotics", Essays in Honor of Thomas A. Sebeok. Cruzeiro Semiótico, 1995 (22/26), 119-128 y las referencias mencionadas en la obra.

19. Véase el capítulo sobre "Peirce and the Economy of Research" en N. Rescher, Peirce´s Philosophy of Science: Critical Studies in His Theory of Induction and Scientific Method, University of Notre Dame Press, Notre Dame, IN, 1978, 65-91.

20. R. Tursman, 14.

21. Esta conocida distinción fue "inventada" por R. Jakobson, "On Linguistic Aspects of Translation", en: R.A. Brower (ed.), On Translation, Harvard University Press, Cambridge, MA, 1959. Véase además el capítulo "Translation after Jakobson after Peirce" en D.L. Gorlée, Semiotics, 147-168.

22. Para una consideración de la gran repercusión de las consecuencias de largo alcance de esto en el papel y status del traductor, véase D.L. Gorlée, Semiotics, 188-195 y 227.

23. Para la analogía del rompecabezas véase D.L. Gorlée, Semiotics, 67-87.

24. La transferencia del material verbal al nivel de las imágenes ha sido uno de los asuntos pendientes de la psicología, véase E.A. Nida, Towards a Science of Translating: With Special Reference to Principles and Procedures Involved en Bible Translating, Brill, Leiden, 1964,146-147.

25. Para mayor claridad: el término "interlengua" se ha tomado prestado de la traducción automática, donde se refiere a la fase intermedia en la que la estructura semántica del texto está codificada por medio de un proceso inferencial automático en un lenguaje formalizado (no relacionado con ninguna lengua natural concreta). Aquí, empleo "interlengua" en un sentido casi opuesto al de las formas visuales vagas y tentativas, que sólo pueden considerarse lingüísticas en un sentido metafórico.

26. Esto corresponde a la sugestiva distinción de Eco entre representación no semiótica del conocimiento, como la de un diccionario, frente a representación semiótica del conocimiento, como la de una enciclopedia. Véase U. Eco, Semiotics and the Phylosophy of Language, MacMillan, London, 1984, 46-86.

27. Sobre la noción de "ruido" véase A. Scheffcyzyk, Noise, en: T. A. Sebeok, Encyclopedic Dictionary of Semiotics, Mouton de Gruyter, Berlin, 1986, 1: 607-609.

28. Sin forzar la analogía, compararía esta epifanía abductiva con un tipo de catarsis en el sentido aristotélico. Lo que ambas experiencias tienen en común es que son estados postdramáticos de la mente, en los que las emociones se "limpian", las tensiones se alivian y las energías se renuevan, posibilitando a la mente embarcarse de nuevo en el siguiente procedimiento de descubrimiento.

29. La máxima pragmática en su formulación temprana (1878) es la siguiente: "Consideremos qué efectos, que puedan tener concebiblemente repercusiones prácticas, concebimos que tiene el objeto de nuestra concepción. Nuestra concepción de estos efectos es pues el todo de nuestra concepción del objeto" (CP 5.402; W 3: 266, 1878).

30. La traducción se ha tomado de C.S. Peirce, El hombre, un signo. El pragmatismo de Peirce, trad., intr., y notas de J. Vericat, Crítica, Barcelona, 1988 (N. de la T.).

31. Compárese con: "Lo que el mundo fue para Adán el día que abrió los ojos, antes de que él hubiera hecho ninguna distinción, o tuviera conciencia de su propia existencia; eso es primero, presente, inmediato, fresco, nuevo, inicial, original, espontáneo, libre, vivo, consciente y evanescente" (CP 1357, 1980-1981).