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Santa Teresa, entre las artes y las letras

Perfil de una santa

Perfil de una santa: Enseñanza espiritual | Beatificación y Canonización | Doctora de la Iglesia   
Francisco de la Cruz (O.C.D.). Cinco palabras del apostol San Pablo comentadas por el angelico doctor Santo Thomas de Aquino. Reimpresso en Valencia : por Antonio Balle, 1723-1724. EST 306.059
Santa Teresa de Jesús ha sido la primera mujer nombrada doctora de la Iglesia por el Romano Pontífice: lo hizo Pablo VI en 1970. En este momento hay ya cuatro mujeres doctoras de la Iglesia. A los pocos meses del nombramiento de Santa Teresa, el mismo Pablo VI nombró también a Santa Catalina de Siena. En 1997, San Juan Pablo II nombró doctora a Santa Teresita del Niño Jesús; y en 2012, Benedicto XVI hizo lo propio con Santa Hildegarda de Bingen, al mismo tiempo que San Juan de Ávila.
El título de doctor de la Iglesia es selecto y restringido: hay un total de 35 doctores en toda la historia de la Iglesia: 31 varones y 4 mujeres (precisamente 4 de los 5 últimos nombramientos). Es un nombramiento papal para la Iglesia universal, que se concede solo a personas ya canononizadas y con una notable y profunda producción escrita, y que se decide después de rigurosos estudios de numerosos expertos, que deben fudamentar la llamada “eminens doctrina”: es decir, que la enseñanza de esa santa o santo no sólo es conforme a la fe católica, sino que destaca por su riqueza, hondura e influjo en toda la Iglesia universal, a lo largo del tiempo y de su geografía.
Esto último hace que suela pasar bastante tiempo antes del nombramiento oficial de un santo escritor como doctor. De hecho, no hay ningún doctor todavía que haya vivido en el siglo XX; sólo una del XIX (Santa Teresita), y sólo uno del XVIII (San Alfonso María de Ligorio).
Al principio, hasta el siglo XVI, sólo se consideraban doctores los 8 Padres de la Iglesia más importantes (4 orientales y 4 occidentales). El nombramiento de Santo Tomás de Aquino, en 1567, y el de San Buenaventura, en 1588, abrieron las puertas a algunos de los grandes maestros medievales; y sólo a finales del siglo XIX y principios del XX alcanzaron el título algunos doctores modernos, como el citado San Alfonso, San Francisco de Sales o San Juan de la Cruz.

Manuel de Santo Tomás de Aquino (O.C.D.). Elogio de la seráfica doctora Santa Teresa de Jesus. Valencia : por Francisco Burguete, 1799. FA.Foll 005.125El “retraso” en el nombramiento de mujeres santas como doctoras tiene su explicación teológico-histórica, sin que sea justo hablar de “machismo” en la Iglesia por este hecho. Efectivamente, si se repasa la lista de los doctores varones se comprobará que todos son, por lo menos, sacerdotes, salvo un diácono (San Efrén), y varios, además, Papas y obispos; es decir, pertenecientes a la Jerarquía. Eso llevó históricamente al error, teórico y práctico, de relacionar el doctorado con un cargo jerárquico, y cerrar así el camino no sólo a las mujeres, sino también a varones no ordenados.
Además, no hay que olvidar que, más allá de la misma Iglesia católica, el acceso de la mujer a los estudios superiores, la enseñanza universitaria, etc., ha sido una conquista ya del siglo XX, y no sin dificultades para las pioneras (como Santa Edith Stein, por ejemplo). De hecho, ninguna de las cuatro doctoras ya nombradas llegó a realizar estudios superiores, aunque sin duda eran muy inteligentes, además de muy santas.
Ya avanzado el siglo XX, una reflexión más pondedara y, por qué no decirlo, “moderna” y “justa”, de los teólogos y de la propia Santa Sede, llevó a la conclusión de que la “eminens doctrina” no se podía relacionar directamente con la jerarquía, aunque coincidiera que los doctores más antiguos, los Padres, fueran en su mayoría obispos y Papas. Dicho de otra forma, el don divino de la “doctrina eminens” sigue un itinerario distinto al magisterio del pastor, y no está unido al cargo o al sacramento del orden, sino, sobre todo, a la santidad de vida y a la inteligencia y la pedagogía puestas al servicio de la fe; y en esto, desde luego, Santa Teresa de Jesús no le va a la zaga, no sólo a su amigo y colega San Juan de la Cruz, sino a los mismísimos San Agustín o Santo Tomás de Aquino.

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Textos: Ricardo Fernández García / Carlos Mata Indurain / Javier Sesé Alegre
Fotografía y Diseño Web: María Calonge e Inmaculada Pérez
Marzo de 2015

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