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El
14 de julio, sábado, las tropas cristianas y musulmanas acamparon
enfrentadas en el paraje que queda encuadrado entre la explanada de la
Mesa del Rey (hispanos) y las navas de Santa Elena (andalusíes),
respectivamente.
Tras algunas escaramuzas durante el fin de semana, el lunes 16 de julio
tuvo lugar el encuentro armado entre ambos ejércitos. Las mesnadas
cristianas, situadas a los pies de la Mesa del Rey, estaban formadas por
tres cuerpos: en el centro el comandado por Alfonso VIII, en el ala derecha
las huestes a las órdenes de Sancho el Fuerte, y en la izquierda
las regidas por Pedro II de Aragón.
Según el estudio de Huici Miranda sobre las distintas fuentes originales,
principalmente la crónica de Jiménez de Rada, que realiza
en su obra sobre "Las grandes batallas de la reconquista durante
las invasiones africanas" (p. 253-254), la distribución de
las tropas fue la siguiente:
Las milicias castellanas tenían a la cabeza a Diego López
de Haro con su hijo y sobrino y sus vasallos, en una de cuyas columnas
figuraba Gonzalo Núñez con sus hidalgos, los Templarios
con su maestre Gómez Ramírez, los sanjuanistas con su prior
Gutiérrez Ramírez, así como los de Uclés y
Calatrava. La otra columna agrupaba a Ruy Díaz de los Cameros y
notables castellanos. En la retaguardia figuraban Gonzalo Ruiz Girón
con miembros de su linaje, Ruy Pérez de Villalobos, Suero Téllez,
Fernando García, otros notables, el rey, el arzobispo de Toledo,
los obispos de Palencia, Sigüenza, Osma, Plasencia y Ávila,
el arzobispo de Narbona y otros dos prelados aragoneses. Por estas columnas
se repartían los hombres de las milicias urbanas.
El ala izquierda, a cargo del rey aragonés, estaba a su vez dividida
en tres líneas, dirigidas por García Romero, Jimen Cornel
y Aznar Pardo. Engrosaban sus filas también concejos castellanos
y un haz colateral compuesto por nobles aragoneses.
Sancho de Navarra dirigió el ala derecha con sus doscientos caballeros,
según la carta que poco después le dirigió Alfonso
VIII al papa, y las milicias de los concejos de Segovia, Ávila
y Medina del Campo.
Para reconstruir las posiciones musulmanas, se cuenta con menos fuentes
directas, si bien F. García Fitz ha he hecho recientemente un estudio
aproximado de lo que pudo ser la organización de las filas de Miramamolín.
Del lado almohade, por tanto, el ejército se estableció
con un dispositivo cerrado de infantería situado en la retaguardia,
sobre el cerro de los Olivares. Delante de éste, se situó
el grueso de los combatientes custodiados por una vanguardia y una retaguardia.
A derecha e izquierda de este cuerpo central se colocaron dos alas compuestas
por caballería ligera árabe.
El dispositivo de retaguardia o centro de mando era reconocible porque
ahí se levantaba la tienda roja del califa, rodeada, a modo defensivo,
por los esclavos negros de su guardia personal. Estos dispusieron de unas
lanzas clavadas en la tierra y en posición de ataque hacia delante.
Asimismo contaba con el refuerzo de tiradores con arco. Este cuadro de
mando se protegía a su vez por unas estacas, unidas por cadenas.